No me considero un gran aficionado al baile, ni soy un erudito en la materia, aunque sí que hay algo que siempre ha llamado mi curiosidad en cuanto al moverse al son de unas pautas y un ritmo, y es el hecho que siempre encuentro que hay dos caminos que uno puede tomar cuando suena la música, y nos empuja a bailar.
Uno se basa en moverse libremente, sin pautas o reglas de estilo que determinen cómo, cuándo y hacia dónde movernos según suena la música. Ese baile desordenado que hacemos con nuestros amigos en cualquier fiesta desenfadada.
Y como segunda vía, se encuentra esa forma más formal (valga la redundancia), profesional, medida y pretensiosa en el buen sentido, que sigue unas normas de estilo musical que nos someten y nos obligan a adaptar las lecciones aprendidas si es que queremos salir bien parados y disfrutar realmente del encuentro con el otro; con nuestra pareja de baile, puesto que bailamos con otra persona que tiene también su propio ritmo, aunque su manera de danzar se base en las mismas reglas de género musical que las nuestras.
La mayoría de jugadores tenemos esa tendencia a funcionar por nosotros mismos, a superar los obstáculos sin meternos de lleno en el sometimiento de las reglas, sin hacer mucho caso a los tutoriales, que en la mayoría de casos cancelamos si la interfaz nos deja. Yo admito funcionar de esta forma, siempre buscando esa manera propia, tozuda y personal de superar esas dificultades, y Dark Souls, como tal, no iba a ser una excepción. Pero sucedió, como estoy seguro a muchos más, que me topé con sus jefes, muy duros de roer. Y llegaron los pisotones.
Es en esto en lo que los jefes de Dark Souls me recuerdan a esa segunda manera más profesional y reglada de bailar, pues te obligan a adaptarte a su ritmo, estilo y coreografía o morirás en el intento, como si cada pisotón o paso mal dado en la pista de baile supusiera un camino seguro a la muerte. Al principio todo son pisotones. Mueres una y otra vez, no hay ritmo, no hay coreografía, no hay por dónde coger aquello, no es bello, no es elegante. Y creedme que está hecho para ser una danza elegante, pues sus reglas están detenidamente pensadas para que así sea.
Pero con la práctica, como en la pista de baile, ocurre la magia, cuando alcanzas una técnica relativamente cercana a la de tu profesor/a. Es entonces cuando llega lo increíble, lo interesante, la sensación de estar flotando en un intercambio de movimientos de entrega y demanda, de ataque y defensa (o evasión) en Dark Souls.
Los jefes de Dark Souls son severos en ese sentido, como ese profesor/a de baile exigente que te obliga a olvidar esa parte rebelde de ti que no quiere aprender normas de estilo, que cree que con moverse ya es suficiente. Y sí, sería suficiente si fueras el único bailador, pero cuando se trata de un dúo, de un baile de dos, la cosa cambia, y mucho. Hay que aprender, adaptarse, para que surja la magia.
Por ello es que es tan majestuoso esforzarse, ser tozudo, y aprender que los jefes de Dark Souls sólo nos están pidiendo que nos aprendamos sus patrones, su estilo, sus movimientos inesperados para que sean bien precedidos por un movimiento de evasión o bien perseguidos por un golpe nuestro según sea el caso. Y todo para hacer esa magnífica cosa que no es otra que una coreografía de combate.
Los que hayan enfrentado al último jefe del reciente DLC: TheRinged City saben a lo que me refiero, uno de los más interesantes que he encontrado en la saga en cuanto al intercambio justo (tras previo aprendizaje) de golpes y esquives, un digno representante de lo que para mí suponen los combates de Dark Souls: adaptarse a unas reglas o morir.
Por eso desde aquí te animo a que les conozcas, a que te aprendas sus patrones, su ritmo, su estilo o su manera de castigarte si te equivocas. Una vez que domines esas técnicas, te subas al carro, y te encuentres en medio de esa danza mortal, sentirás lo que es verdadero vértigo, pánico a equivocarte, como si del primer baile con alguien que te gusta mucho se tratase. Pero que una vez esté dominado, hará que cada enfrentamiento con un jefe resulte apasionante.
Te equivocarás, cometerás muchos errores, porque no eres perfecto/a. Les pisarás muchas veces, y te castigarán severamente por cada error, por cada pisotón. Aunque lo que nadie te puede quitar, es que por cada práctica que hagas, por cada vez que mueras, habrás aprendido algo nuevo. Habrás automatizado patrones nuevos de los que sólo te darás cuenta en el siguiente baile, en el siguiente intento, cuando adviertas que tu cerebro ha prevenido movimientos que antes no esperabas. No intentes entenderlo. Es pura química. Hay que repetir. Repetir y mejorar. Repetir y mejorar. Disfrútalo.
Al fin y al cabo se trata de eso, de disfrutar, bailando con jefes.
Un artículo sensacional. Felicidades
Comentarios como ese hacen que uno quiera mejorar más y más. Me alegra mucho que te haya gustado. Muchísimas gracias! 😉